miércoles, 13 de enero de 2016

Murió el Maestro sin Par

En la otoñal madrugada del 13 de mayo de 1936, cuando apuntaba el alba, dejó de existir en su domicilio de la calle de la Penitenciaria del limeño Barios Altos, el gran Felipe Pinglo Alva. No hubo más testigos que su esposa Hermelinda, sus tiernos hijos Carmen y Felipe y algunos amigos de la intimidad.

 La noticia de la muerte se supo con prontitud en todo el barrio, sin que trascienda en los medios de comunicación como diarios y radios, lo que quiere decir que la muerte del más notables de los compositores limeños, en principio fue conmoción de barrio ya después lo lloró todo Lima y el Perú.
 Felipe Pinglo Alva, sencillo de conducta, humilde y condescendiente, locuaz y talentoso, en los 37 años de existencia, nos ha legado páginas, que reiteradamente se presume que son himnos de la condición humana. De su inventiva hubo la dicción en compositores que han calado hondamente como El Plebeyo, sueños de opio, etc.

Fue limeño de cuna, vivencia y muerte, pues el gran Felipe nació en la calle del Prado y falleció en La Penitenciaria de su mismo barrio. Sus viajes más largos fueron por el norte, Ancón; por el sur, Pucusana; por el interior Chosica y por occidente las riveras chalacas y limeñas.   

“Murió el maestro sin par,
hoy por ti ha de llorar,
la bohemia criolla.
De luto están las guitarras,
todo es tristeza y dolor.
A la necrópolis va,
con sentida emoción
numeroso cortejo;
y al llegar el ataúd,
todos quieren cargar
al amigo que fue…”


asi le cantó pedro Espinel, su compadre, recogiendo el sentir de los acompañantes en el último adiós al maestro de maestros de la canción popular.  

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